
Escribe Francisco Antonio Framolli
En recientes declaraciones el señor Eduardo Alberto Duhalde atacó crudamente a Néstor Kirchner y a Cristina Fernandez.
Los improperios tuvieron una amplia difusión, como es usual en los últimos tiempos con todo mensaje condenatorio para la presidente y su marido.
Como debiera recordarse, el señor Duhalde, remoto intendente Lomas de Zamora fue vicepresidente de Carlos Menem –a quien hoy critica ex cátedra, como si él no hubiera tenido nada que ver con las decisiones que se tomaron, y que condujeron a la desnacionalización de todos los bienes del Estado, dejando asuntos estratégicos como la energía y las comunicaciones en manos de capitales extranjeros; la destrucción de la industria y de la economía real de la Argentina, con sus secuelas de desocupación masiva, empobrecimiento, marginalidad y violencia individual.
Como debiera recordarse, el señor Duhalde se calló la boca ante esas canalladas que hoy denuncia como errores, siendo que su base económica y social ha estado bastante cerca del empresariado PYME bonaerense, que gracias a su silencio cómplice se precipitó al vacío. Y se calló la boca porque prefirió postularse para gobernador de su provincia, traicionando el mandato de todo el pueblo de la Nación que lo había elegido para que fuera vicepresidente. Con ello inauguró el ciclo de políticos saltimbanquis que seguirían posteriormente “Graciela” Fernández Meijide y la señorda Carrió, que siendo elegidos para cumplir una actividad en un distrito, saltaban alegremente a otro donde “daban bien”, según los encuestadores.
Como debiera recordarse, cuando pretendió ser presidente, el señor Duhalde fue sometido por Fernando de la Rúa –expresión sublime de la mediocracia argentina-, a una derrota dolorosa, que daría lugar a una revancha política presentada como acto de salvación nacional, como siempre ocurre con la política canalla y mezquina.
Como debiera recordarse, el señor Duhalde estuvo detrás de las movilizaciones de sectores piqueteros y grupos marginales de diversos nucleamientos que saquearon supermercados e invadieron la capital en las últimas horas de presidencia radical.
Como se recordará, fue durante la presidencia interina del señor Duhalde que se produjeron los asesinatos de Kosteki y Santillán en el puente Pueyrredón.
Como se recordará, el señor Duhalde avaló la llegada a la presidencia de Adolfo Rodríguez Sáa, a quien le impuso la consigna de que debía quedarse dos meses y luego llamar a elecciones, para que el propio Duhalde ganara. Sin embargo, al saberse que “el Adolfo” pensaba quedarse hasta completar el mandato, fue el propio señor Duhalde quien, valiéndose de la figura de Quinchete De la Sota saboteó la reunión de Chapadmalal, convocada por el entonces interino, provocando el vacío de poder que, sumado a las amenazas contra la vida de su familia, precipitaron la renuncia del puntano y el colapso nervioso y la internación que a estas horas el senador por San Luis debe haber olvidado.
Quizás debiera recordarse que fue el propio señor Duhalde quien, no quedándole otra alternativa, impulsó la derogación de la criminal ley de convertibilidad, que permitió oxigenar la economía argentina, haciéndola resurgir especialmente a partir del impulso y la consistencia que le imprimió Néstor Kirchner, avalado en su momento como candidato por el propio señor Duhalde.
Lo que vino después, el nuevo marco de alianzas, la organización e integración de nuevos actores sociales y políticos, la inicial distribución del ingreso, la creación de más de 3.000.000 de nuevos puestos de trabajo, la aparición de más de un millón de nuevos jubilados, la política de derechos humanos como política de Estado, el fortalecimiento de los lazos con el MERCOSUR, todo ello fueron líneas políticas diferentes, que señalaron el comienzo de una nueva etapa en la historia argentina.
Y el desarrollo de una gradual situación de enfrentamiento entre los dueños del poder y la riqueza de la Argentina y la absoluta mayoría de los argentinos que no tienen nada o que apenas cuentan con lo necesario para sobrevivir, muy por debajo de lo mínimo necesario en términos materiales y morales.
¿Por qué, luego de haberse “retirado” de la política hoy nuevamente aparece el señor Duhalde en la escena política nacional?
Porque la derecha, en proceso de unificación y perfilada para crecientes niveles de enfrentamiento –que deberían cristalizar en el desplazamiento del kirchnerismo de los espacios legislativos que se disputarán en un año- no tiene capacidad de organización política como para imponerse. Porque –con el radicalismo en plena liquidación y la señorda Carrió golpeando con su cabeza en el techo de su crecimiento- no hay oposición política. Porque para fortalecer ese espacio, el de la derecha, no basta con los dirigentes del PC como Buzzi o del PCR, como De Angeli: hace falta “armar” en la provincia de Buenos Aires y manejar todas las estructuras del PJ en todo el país. Y tampoco alcanza con el mausoleo del autodenominado “peronismo disidente”
Y ahí es cuando aparece, con su boca torcida, su tonito paternal, los latines mal pronunciados y toda su violencia refrenada, el señor Duhalde, el último gran dirigente del populismo conservador, del mismo de los Barceló, los Ruggeritos y otras pestes que, con un discurso y pequeñas acciones de perfil popular, consolidaron siempre el poder y las grandes acciones de la oligarquía, sus socios y aliados.
Y como el señor Duhalde tiene cierto entrenamiento mediático, le da consejos paternales a la presidente, y critica duramente a Néstor Kirchner, señalando que el tono y el contenido de sus discursos le recordaban, por su dureza y énfasis “al führer”. “Al führer”, no al dictador alemán responsable de la segunda guerra mundial y de la matanza de seis millones de personas sólo por ser judías.
Cae de maduro, que el empleo del término führer -caudillo, líder- implica, en el contexto en que el señor Duhalde lo usa, una actitud más que de condescendencia, de reverencia, de aceptación objetiva de ese caudillismo, de ese liderazgo. El führer era führer de quienes lo aceptaban –y aun hoy lo aceptan- como tal. A confesión de parte…
Por otro lado, el señor Duhalde se esmera en negar buena parte de la retórica y la energía del General Perón, principalmente en momentos en que el enfrentamiento entre el gobierno popular y la oligarquía alcanzaban niveles de máxima dureza. Porque, ¿qué hubiera dicho el señor Duhalde cuando, luego del criminal bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, Perón decía que “por cada uno de nosotros que caiga, caerán cinco de ellos” o cuando decía que “al compañero todo, al enemigo ni justicia”?
¿Lo hubiera comparado con Hitler, con su führer ? Con ello se hubiera hermanado con los iluminados voceros de la oligarquía liberal, que no se cansaron de hablar del tirano, del dictador y del “naziperonismo”, como escribió un abuelo ideológico del empresario sojero Buzzi.