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Entradas por tag: oligarquía
12 de Febrero, 2010 · Cultura

La pequeñez mental de la pequeña burguesía "de izquierda" y su invariable funcionalidad al capital:

Las tesis del odio

Por María Pía López *

Pocas frases han expresado tanto odio como aquel “¡viva el cáncer!” que manos anónimas pintaron en un muro, cuando una mujer joven agonizaba en Recoleta. Pocas acciones han sido tan cruentas como el bombardeo a la Plaza de Mayo por aviones de las fuerzas armadas golpistas. El objeto de ese odio, verbal y armado, fue el peronismo. Que ha mutado mucho, sin dudas. Que ha sido el partido plebeyo y también el gestor de la reconversión neoliberal, que ha sido el partido del pacto militar pero también en su última curvatura el de los derechos humanos. Pero no ha mutado su condición de superficie receptora de odios profundos, explícitos, impúdicos, racistas. El graffiti que en los ’50 festejaba la muerte de esa mujer por una enfermedad corrosiva se multiplicó en los blogs de los diarios como anhelo ante la operación de urgencia de Néstor Kirchner.

Hay quienes dicen que en esta estación del peronismo, como en las primeras, despierta odios por sus virtudes. Sin dudas es así en amplias porciones de los sectores dominantes, en los núcleos ideologizados de las Fuerzas Armadas, en las corporaciones mediáticas. ¿O no son los medios las usinas insaciables de la ferocidad? ¿No es allí, aun más que en las conspiraciones de la Unión Industrial, donde se agitan los equipos de la destitución, munidos de carpetas y de astucia para titular? ¿Se distancian los comentarios agresivos de los lectores del título con que un diario, en su edición digital, anuncia el intento de extremaunción al ex presidente? En los subterráneos del odio, las almas se enlazan y las escrituras se reconocen.
Pero es más difícil explicar el desdén de los sectores medios o las iras populares. O más aún: las tirrias de los grupos progresistas. Dificilísimo explicar eso si pensamos en la secuencia de medidas de gobierno tomadas desde el 2003 para aquí. No es necesario nombrarlas una vez más, apenas recordar que son medidas reparatorias y de justicia y que benefician a amplias capas de la población. Incluso los que señalan lo que falta –como, por ejemplo, una política de recursos naturales– no deberían privarse de ver lo efectivamente desplegado. Y sin embargo lo hacen. Hay un odio abonado por izquierda, que se sustenta en el desmerecimiento de todas las medidas de gobierno en nombre de la hipótesis de la impostura.
En esa narrativa, el grupo gobernante tendría intereses oscuros, que para ser realizados requerirían una mascarada ideológica. Entonces, se encarcelarían militares o se articularían políticas con los organismos de derechos humanos para ocultar lo que verdaderamente interesa a los impostores: la entrega del petróleo. La tesis es débil y sin embargo funciona e impregna muchas de las reacciones airadas y los despechos que tratan la gestión gubernamental. De ese modo, al Gobierno que en más sentidos ha producido rupturas con los años ’90, se lo puede nombrar como un nuevo menemismo. Incluso por personas beneficiadas social y económicamente por esas políticas de ruptura.
Si la imagen de la impostura funciona, si es el comodín que se esgrime ante cada situación, es porque registra desde la mala fe algo que constituye a este momento político: la coexistencia de dimensiones heterogéneas y conflictivas. La apuesta transformadora en las políticas y la constitución de elencos funcionariales que hicieron sus pininos en el neoliberalismo. Las políticas reparatorias de la pobreza y la desconsideración de la inflación mediante el cambio de las mediciones del Indec. La inteligencia para comprender la conflictividad social y el economicismo con el cual se piensa la recomposición de las organizaciones populares. Una valoración discursiva de las insurgencias pasadas y un realismo empresarial para organizar las inversiones presentes. Se juegan valores diferentes y sensibilidades contradictorias. La tesis de la impostura juzga esa heterogeneidad con la idea de simulación o con la chatura de la máscara, cuando más bien corresponden a efectivas contradicciones.
La conjunción entre el odio y esa hipótesis del enmascaramiento corroe todo consenso sobre los actos de gobierno. Ante las medidas más profundas gritan que se trata de la caja. Y en el imaginario social se activa el juego de las asociaciones que terminan en la idea de que “caja” es el nombre del financiamiento indecible de la política o el acopio millonario de los políticos. No se desarma esa fuerza invirtiendo la negación y viendo la verdad en una sola de las series. Porque no es cuestión de montajes. Sino de extraer las consecuencias políticas que tiene una conjunción de elementos contradictorios. Allí, la verdad de nuestra época. También su futuro.
La tesis de la impostura enfatiza la herencia de los ‘90. Se hace cargo del cinismo frente a la política y de la desconfianza en la vida pública. El razonamiento despolitizador que ha primado, no sin bases ciertas, en las últimas décadas es que todo es mercado, por lo tanto aquel que no hable explicitando su condición de agente de intercambios sólo enmascara su condición o quiere hacer pingües negocios mediante el ocultamiento. En estos últimos años ha habido fuertes intentos de recomponer otra idea de la política, pero esos intentos no han perforado los núcleos poderosos de la desazón social. Que, al contrario, han sido y son alimentados no sólo por una poderosa maquinaria cultural y mediática, sino también por la persistencia de negocios privadas por parte de hombres de Gobierno.
Quizá por no terminar de percibir que, como nunca antes, el futuro político del país no depende sólo de la expansión de la economía, sino de la conformación de un entramado cultural, de la disputa por los consensos y la expansión de una serie de valores que se encarnen en las mayorías. En la interpretación de los hechos, en la conformación de una narración que los contenga, los explique, los trate con las palabras adecuadas –y no con aquellas que, por provenir de otras experiencias, les quedan como disfraces– se juega el destino de esos hechos.
* Socióloga, ensayista, docente de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
Publicado en Página/12, el  Miércoles 10 de febrero de 2010
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31 de Agosto, 2008 · General

Los tics fascistas de la "clase media" y sus lenguaraces

Los pibes y las pibas, hermosos y valientes. Si los dueños de la tierra exigen  todas las ganancias del mundo, "estamos con el campo". Si los pibes piden becas, es delito. Invariablemente, los héroes de la "clase media" terminan reivindicando con igual ánimo "al campo" y a la noche de los lápices. Y no faltará alguno que se conduela del "pobre Bussi".

Escribe Guillermo Ricca

Esta idea de Agamben--el mundo pertenece a la pequeño burguesía--, va de la mano con esta otra: ésta clase es el único modo que encontraron los seres humanos para sobrevivir al nihilismo. Es decir, seres humanos que sólo pueden pensarse a sí mismos a partir de la propiedad, la riqueza y el consumo. Lo notable es que Agamben no dice: "la clase que superó el nihilismo", sino más bien que apenas si sobrevive con ese mismo nihilismo a cuestas. Esta clase universal, la pequeño burguesía planetaria, es a la vez la clase que mundializa el nihilismo. El pequeño burgués no cree en nada, no está comprometido con nada, ha huido de lo político y se ha refugiado en la vida privada. La industria de la cultura le devuelve su imagen idealizada, como en un espejo. Adorno supo decir que uno de los efectos de esa industria es "la entronización de la vida privada como paraíso".
Ayer volví a ver una película. La pesqué en el zapping. El día después de mañana. Me percaté de algo que es un tip común a todos los filmes del género catástrofe: sólo sobreviven los inadaptados. La gente "normal" y obediente se muere. En esta peli, los sobrevivientes son un chico vago, inteligente y medio rebelde, un mendigo negro y su perro, un estudiante negro. Los demás que sobreviven, lo hacen gracias a éstos. Está clarísimo: ¿Cómo sobreviviría a una hecatombe un pibe que necesita un chofer para salir de su casa y pasar a buscar a su hermano? Ése pibe está frito desde el vamos. Hay una escena en la que el mendigo desguasa un libro y el pibe rico le pregunta qué hace. El negro le contesta más o menos así: "me aíslo del frío. Es mejor el periódico para esto. Años de dormir en parques te enseñan a no morir congelado".
Frente a la diferencia, la chetada se pone en guardia. Se vuelve reactiva. Años de vivir en barrios cerrados y de ir a escuelas privadas generan un efecto inverso al del mendigo: no se sabe sobrevivir "extra muros". Un otro, un diferente, es una amenaza.
Esta semana pasó algo que va en la dirección contraria de todo esto. Los alumnos de las escuelas públicas de Buenos Aires tomaron unos treinta colegios. El motivo: la baja de treinta mil becas por reasignación presupuestaria en el Ministerio de Educación, cuyo ministro es Mariano Nadorowsky. Los pibes del Nicolás Avellaneda, por ejemplo, decidieron en una asamblea multitudinaria, una maratón de clases. Para que nadie diga que lo único que quieren los chicos es no tener clases. 24 hs de clases. Mis únicos héroes en este lío. Parece que todavía hay alguien a quien le interesa la educación, no le da lo mismo obterner una mísera beca que no obtenerla porque puede comprarse con la mísera beca algún libro (usado) para estudiar. Porque sin libros no se puede estudiar ¿no? "La derecha siempre resuelve por sustracción," dijo hace unos meses Horacio González. ¿hay problemas de presupuesto? trazamos una línea: a los hijos de padres que son propietarios de sus viviendas les quitamos la beca. Un criterio bien de derecha, vinculado a su permenente angustia por la propiedad, ese fetiche. Trazamos una línea y el problema se acabó, no existe más. Es una línea mágica.
He escuchado barbaridades de este tenor: Flaco agarrá los libros y dejáte de joder, cortar las calles es delito (Paulino Rodríguez, Radio Rivadavia). Paulino Rodríguez es uno de esos que cuando los ruralistas cortan las rutas piden que lleven café o vayan los curas a celebrar misa. Cuando los pibes cortan una calle piden que venga la federal a repartir palos y balas de goma. Esa es nuestra industria cultural y ése es el paraíso pequeño burgués: a los estudiantes, obreros, piqueteros, desocupados, a los negros, "carabinazo y palo", como dijo Larralde. Paulino Rodríguez, y otros peores que él aún, en la noche de los lápices ya sabemos de qué lado hubiesen estado: con una picana en la mano. La derecha es incorregible, su coherencia es admirable. Esta criminalización de la protesta estudiantil va de la mano con el reclamo para bajar la edad de imputación de criminalidad. En realidad, la derecha siempre tuvo como enemigo/a a la juventud, o lo que ésta representa.
Hal Foster--siguiendo a Adorno--supo decir que el sujeto blindado (pequeño burgués) es el sujeto facista. Por si alguien tenía dudas.

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13 de Julio, 2008 · General

Los gordos de 20.000 hectáreas

Pagina/12 -ECONOMIA › QUIENES SON LOS DUEÑOS DE LAS GRANDES EXTENSIONES EN BUENOS AIRES

Grupos económicos y familias tradicionales como B&B, Blaquier, Bullrich y Pueyrredón, entre otros, fueron los que introdujeron el modelo de agronegocios. Por qué se oponen a las retenciones.

Parece difícil imaginar que el conflicto entre un sector del campo y el Gobierno pudiera haber alcanzado semejante magnitud si sólo expresara las reivindicaciones de pequeños chacareros al borde de la ruina. Antes de su alianza con la Sociedad Rural, Federación Agraria no consiguió jamás el espacio mediático y la incidencia política que exhibe en esta oportunidad. Cuando Eduardo Buzzi era integrante del Frenapo, la iniciativa de principios de década que exigía un subsidio universal para mitigar una pobreza creciente, no aparecía a diario en la televisión. A esta altura queda claro que no está peleando por la reforma agraria, ni siquiera por la vuelta de las juntas de granos y de carnes, sino por lo mismo que un actor social que históricamente sí consiguió los más variados apoyos políticos y una amplia difusión de sus ideas, al punto de que son dueños de diarios nacionales y provinciales, además de miles y miles de hectáreas.

El investigador de Flacso Eduardo Basualdo elaboró un informe que describe a ese sector económico de elite, nombre por nombre. Son los tradicionales dueños de la tierra. Los mismos que en la década pasada extendieron aún más sus propiedades sacando provecho de un modelo económico y una política agrícola que provocó la desaparición de más de 100 mil chacareros. En aquellos años hubiera resultado imposible la alianza entre ellos y la estrella del momento, Alfredo De Angeli, ya que en aquel tiempo no había cámaras para registrar los remates de campos que se producían a diario. De Angeli ahora dice que el secretario de Agricultura de los ’90, Felipe Solá, es quien más sabe de política agropecuaria.

Basualdo realizó su investigación centrándose en quienes poseen más de 20.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires. Y llegó a la conclusión de que siguen siendo los “actores decisivos” del campo argentino, incluso por sobre los pools de siembra. Son el verdadero poder del campo, en una economía donde la renta agraria volvió a prevalecer sobre otras actividades por los precios record de las materias primas. Las retenciones móviles se meten con esa renta extraordinaria. Esa es la razón profunda del conflicto. Lo demuestra el hecho de que los pequeños y medianos productores no pudieron hacerse oír cuando se fundían, sólo lo consiguen ahora que su reclamo coincide con el de ese segmento clave del establishment.

El mismo Buzzi reconoció el 16 de marzo en un reportaje con PáginaI12 que lo peor que les puede pasar en este momento a los pequeños productores es entregar su campo en alquiler, a valores inéditos, para convertirse en rentistas, una realidad muy alejada de aquella de los remates, cuando perdían la propiedad de la tierra.

En ese entonces, dice Basualdo, cinco grupos económicos y 35 grupos agropecuarios lograron ampliar sus dominios en el campo. Los primeros son Bunge & Born, Loma Negra (Amalia Lacroze de Fortabat), Bemberg, Werthein y el ingenio Ledesma (familia Blaquier). En total poseen 396.765 hectáreas en la provincia de Buenos Aires, lo que arroja un promedio de 79.353 hectáreas cada uno. La familia Bemberg, ex propietaria de Cervecería Quilmes, diversificó sus negocios en distintos rubros, pero se declara propietaria de 60.000 hectáreas en la provincia de Buenos Aires, otras 73.000 en Neuquén y 10.000 en Misiones. La característica común de esos grupos económicos es que construyeron sus imperios a partir de las ganancias surgidas de las actividades rurales.

Los grupos agropecuarios están constituidos mayormente por familias de la aristocracia, que dieron origen a la Sociedad Rural. Son 35, que reúnen un total de 1.564.091 hectáreas, a razón de 44.688 hectáreas cada una en promedio. Figuran las familias Gómez Alzaga, con 60.000 hectáreas, Anchorena, con 40.000, Balcarce, Larreta, Avellaneda, Duhau, Pereyra Iraola, Ballester, Zuberbühler, Vernet Basualdo, Pueyrredón, Bullrich, Udaondo, Ayerza, Colombo, Magliaro y Lanz, entre otras (ver listado aparte).

En total existen en la provincia de Buenos Aires 1294 propietarios con más de 2500 hectáreas. Son 799 los que tienen entre 2500 y 4999 hectáreas, 242 entre 5000 a 7499 hectáreas, 92 entre 7500 y 9999 hectáreas, 108 entre 10.000 y 19.999 hectáreas y 53 de 20.000 en adelante, incluidos los estados nacional y provincial. En conjunto, son dueños de 8,8 millones de hectáreas, algo más del 32 por ciento del total de la provincia.

Basualdo ubica como causa central del predominio dentro del campo argentino de los grandes propietarios de más de 20.000 hectáreas la posibilidad de aprovechar economías de escala. Fueron los que introdujeron el modelo de agronegocios imperante. Desde mediados de los ’90, explica, “se consolidan modificaciones tecnológicas y en el proceso de trabajo que tienen un efecto desigual en los productores de distinto tamaño, porque potencia las denominadas economías de escala. Es decir, hacen más pronunciada la reducción del costo por hectárea a medida que aumenta la superficie trabajada”. El investigador de Flacso sostiene que los pools de siembra imitaron el modelo que impusieron los grandes propietarios. Fueron éstos quienes lo consolidaron y perfeccionaron: “Primero con las privatizaciones, después con las semillas transgénicas y finalmente con la difusión de la siembra directa”, detalla.

Los grandes propietarios tienen un acceso diferenciado a los servicios privatizados, como los trenes de carga, señala Basualdo. Los sucesivos lockouts de las entidades ruralistas no fueron para cuestionar este esquema, sino en su defensa, expresado en el rechazo a las retenciones móviles. Los representantes de los verdaderos pequeños campesinos, dueños de una, cinco o diez hectáreas en la zona extrapampeana, no lograron repercusión pública para explicar los efectos de la sojización sobre sus producciones. Ellos sí se ven forzados a entregar sus tierras en provincias como Santiago del Estero, Formosa, Salta o Chaco, por la llegada de la soja. De ese espacio no logró emerger ningún De Angeli.

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