Por Carlos V. Fernández
Desde el atentado contra las Torres Gemelas y las sucesivas aventuras militares contra Afganistán e Irak, la actitud de Washington hacia América Latina puede ser catalogada como de casi indiferente, pero los actuales procesos políticos sudamericanos, que expresan una decidida voluntad en favor de la autodeterminación nacional y alientan la integración regional en vez del “libre comercio” que auspician los intereses norteamericanos, han provocado que la Casa Blanca y el Pentágono hayan vuelto a poner la mirada sobre el llamado “patio trasero”. La experiencia histórica indica que esa “mirada”, dramática y objetivamente representada por la presencia de la IV Flota del Comando Sur en la región, habrá de tener influencias de distinta magnitud en el devenir político-institucional de cada uno de los países integrantes de la américa morena.
Esto no quiere decir que el desmedido lockout promovido por la “mesa de enlace”, mas el inmoderado apoyo político de todo el arco opositor y la desmesurada cobertura mediática brindada por la prensa “independiente”, haya sido financiado o auspiciado por el renovado interés que EEUU tiene por América Latina. Pero no debería descartarse que el clima creado por el conflicto sea aprovechado por toda clase de elementos hostiles al gobierno nacional.
Ningún observador puede negar que ya la “mesa” perdió el exclusivo interés por las retenciones, para concentrarse en la demanda de un cambio del “modelo económico” impulsado por el Gobierno. Cuando sus voceros hablan de ir “por todo o nada” o de resolver la partida “por penales”, ya no están hablando de “aplanar la curva” de las retenciones o mejorar los términos comerciales de la carne o de la leche. Y esto es así porque “la mesa” ya no conduce el conflicto, que en sus orígenes pareció ser una puja por la renta extraordinaria, para ser solo una parte más de una especie de “combo” ideológico que abarca desde la extrema izquierda hasta la mas recalcitrante derecha que atravesó todas las alternativas antidemocráticas del siglo XX promoviendo y apoyando a los gobiernos de facto, y acunó una cultura política y social con fuertes rasgos antiperonistas. Quienes pensaron que este tipo de convicciones eran patrimonio solo de cierta elite que, ya sin un partido militar que las representara, habían quedado aisladas por la democracia, evidentemente estaban más inspirados por una expresión de deseos que por el análisis objetivo de la realidad.
Convengamos en que el gobierno de Kirchner, enderezado a superar su debilidad de origen y a “sacar al país del infierno”, tampoco hizo mucho para contrarrestar las pasadas tres décadas de ¦0¦. Tal vez creyó que la prosperidad económica y el combate contra la impunidad del terrorismo de Estado iban a producir cambios profundos en las culturas políticas, sobre todo en las clases medias, pero no fue así. O no lo fue tanto como esperaba. En cuatro años de gobierno no supo o no pudo organizar una fuerza propia y cuando llegaron las elecciones de octubre pasado, con cierto grado de soberbia y algo de ingenuidad, desde la Casa Rosada eligieron candidatos que terminaron donde habían estado siempre: en la derecha liberal (De la Sota y Reutemann, por caso). No obstante Cristina se impuso con comodidad, vaya paradoja, especialmente en las localidades del interior que hoy están en las rutas. Pero fue una foto, no la película. Con la excusa de las retenciones, la Mesa de enlace como mascaron de proa y el “campo” como cobertura social, la oposición, desde Quebracho hasta Cecilia Pando pasando por Dualde, Lilita y los Radicales “puros”, encontró la grieta por hacer aflorar todo lo que venía acumulando en contra del discurso y del modelo de acumulación peronista.
Pero el peronismo no se rinde. Es más: parece disfrutar de las batallas difíciles con el entusiasmo de los que heredaron experiencias tan crueles como la proscripción de 18 años y el gorilismo más cerril. Y la del martes es una batalla más, ni el principio ni el final del enfrentamiento, un tira y afloja con el poder de los poderosos que está presente en su historia y de la que sin duda saldrá triunfante aun cuando esta vez la amenaza no sea la marina de Rojas sino la IV Flota del Comando Sur.